No existe mejor inversión que el tiempo dedicado a nuestros hijos, tiempo, espacio, dedicación; estos aspectos señalados son la zapata del edificio en construcción que implica el formar, acompañar y orientar a nuestros hijos y no tienen ni pueden ser a nuestra imagen y semejanza y mucho menos iguales a algún modelo idealizado, es muy posible que tampoco sean los genios que hemos soñado, tampoco los perfectos que aveces exigimos pues tras este afán podemos convertirlos en seres que se consideran inferiores o superiores y ninguno de los dos extremos les favorecen ni ayudan para nada.
Criar, educar, formar nuestros hijos es tarea ardua, constante y por siempre, nunca se termina con los hijos, cuando pequeños hay que conducirlos y construir la base; cuando jóvenes adolescentes llegan aveces las confrontaciones, etapa difícil e inestable, crítica y analítica de nuestros hijos comienzan a ver nuestros errores, hasta a cuestionarlos: "Por qué pides esto y haces aquello?"; es la etapa donde nuestra sabiduría y paciencia se pone en tela de juicio por nuestros hijos, así como nuestras acciones pasadas y presentes, pero hay muchas cosas e incomodidades y sufrimientos que nos ahorraríamos si un poco de tiempo oportuno hubiéramos brindado a ellos y más que la cantidad, la calidad de este. ¿En qué utilizamos nuestro tiempo con nuestros hijos? en criticar, chillar o gritar, explotar, chantajear, descargar nuestras frustraciones en ocasiones culpándolos, en desahogar nuestra agresividad, apoyándolos en acciones negativas, en un mal ejemplo de infinidades de cosas o en cosas positivas que hagan sentir a nuestros hijos aceptados, amados, importantes, capaces de acciones buenas, motivándolos con nuestro correcto y sano ejemplo, inculcándoles los valores del amor así mismo y a los demás, el respeto, responsabilidad, justicia en el hogar, colaboración sin excesos y abusos, tolerancia, orden, trabajo, entre otros valores a compartir.
Debemos aceptar los hijos que Dios nos envió no importa lo eficiente o deficiente que sean en su carácter, intelectualidad, habilidades y sus aspectos físicos y espirituales o emocionales, pero ayudándoles en lo que es exceso o en lo que es defecto, nunca debemos decir: "mi hijo no"; pues muchas veces: "mi hijo sí"; sólo que no quisimos aceptarlo y es uno de nuestros grandes errores y es para eso que somos padres, no sólo para concebir, procrear, engendrar o parir, en los momentos buenos, si no para construir como sobrellevar los momentos malos y estar allí orientando y motivando a avanzar en todos los momentos, pero no con palabras y manipulaciones sino, con buenos, limpios y sanos ejemplos además de las palabras.
Pero si acaso no tuviésemos ningún buen ejemplo que dar, sentémosnos con nuestros hijos y compartamos como amigos por qué nos encontramos en situación no agradable en que nos encontremos, y hagámosles ver que precisamente en la condiciones que estemos pasando no quisiéramos ellos tuviesen y que es esa, una de las razones que nos llevan a ser más exigentes con ellos, aunque siempre sabremos que: "nadie madura en cabeza ajena".-
Nunca debemos olvidar que no existe mayor y mejor inversión en nuestros hijos que : "El Tiempo", pero un tiempo de calidad, que nos colabore a conducirnos a acciones de las que podamos sentirnos felices, hacer feliz a nuestro rededor y, a nuestro prójimo y sentirnos orgullosos de nuestros esfuerzos, sin palabras rebuscadas y empalagosas, sólo con correctos y justos hechos, porque estos hablan por sí solos.